La parada
del autobús, hoy, estaba más arremolinada.
El gentío
de chiquillos, los grupillos de colegialas,
estaban más
numerosos que otras mañanas.
El día,
lluvioso, procura la reunión
donde,
entre risas y correrías en torno
al grupo,
se esgriman paraguas cabeceros
con voces
de alerta y carcajadas morbosas,
propias en
los juegos repentinos de la chiquillería.
Jovial,
como de costumbre,
bajaba, esta
vez de la mano de su madre,
por lo de
la inclemencia del tiempo,
que une
viento y lluvia, claro,
con toda su
cara redonda, alegre como
la tienen
todos los de su condición,
mostrando tanta alegría e ilusión
como talla de pantalón usa,
que la
acrecentaba a manera de que se aproximaba
a la
incorporación del grupo escolar,
ese grupo
que espera al autobús
que lo
llevará a su correspondiente colegio .
Alegría en
la despedida maternal,
para, de un
golpe instantáneo, separarse
de las
manos protectores y pegarse
como imán a
la algarabía formada.
Se le ve
feliz.