miércoles, 24 de octubre de 2012

Así sigue


El dolor mantenido entre aullidos del perrico
en la mañana tempranera.
El ruido anunciador de chiquillos de escuela
que llevan su bagaje en las mochilas rodadas
 traqueteando por los adoquines de calles
imitadores de lo antiguo.
Otra vez la furgoneta del panadero
provoca la situación insoportable
del colapso del tráfico. El pan nuestro
de cada día dánoslo pero no influyas
en la contrareloj por acudir a tiempo
a los menesteres de los demás.
José y sus compañeros ya han recorrido
la maratón tranquila cinco o seis veces,
claro, hablando cosas de “viejos”,
sus realidades, sus deseos,
sus inquietudes por los que aún
están en su cobijo.
Suena la campana del convento.
Es la hora de todos los días,
la hora, el momento intencionado
para desear lo mejor para los que
nos rodean, cerca o lejos,
conocidos o desconocidos.
Se arremolinan gorriones,
saludando al nuevo dia
don gato y su pandilla,
cada vez más numerosa,
esperan tras la verja
el desayuno traido
como cada mañana por su protectora.
El carro de manos del jardinero
ya lleva a su espalda la manguera
que dejará a los jardines su rocío
intenso municipado.
Canes y canas pululan ya
alrededor del botánico de la alameda,
conversaciones de hechos de ayer
ansiosos por compartir.
Preparativos hechos,
preparativos por hacer,
esperas que se mantienen en la mañana
y culminar al regreso de la familia.
Consejos y sugerencias,
abiertas a los oídos andantes
que sin querer saben de bocas ajenas
pero habituales en la coincidencia matutina.
A según fechas, fresas, cerezas, melones y sandias,
melocotones, manzanas de la ribera,
el hortelano del barrio expone en su mercadillo
personal rodeado en sentada de bancos de parque
de la trupe del senado popular.
A recoger, que llueve, a retirarse, que no tenemos
refugio, ni con qué protegerse de, no obstante, la lluvia querida
todos comprendemos el porqué de su necesidad.
Ya estamos aquí, ya están allí,
todos colocados en sus quehaceres. La vida sigue.







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